La cámara se pone a bailar. El cine y la danza.

La cámara se pone a bailar. El cine y la danza.

En 1968 Stanley Kubrick firmaba una asombrosa y elegante pieza de ballet en la que no participaba ningún bailarín. Tras la mayor elipsis de la historia del cine (desde el amanecer de la conciencia hasta la era de los viajes espaciales) el espectador asistía atónito a una coreografía en la que el escenario era la órbita terrestre y planetas, satélites y naves espaciales hacían las veces de protagonistas danzantes al son de El Danubio Azul, de Johann Strauss.

La obra, naturalmente, era ‘2001: un odisea del espacio’, y en ella Kubrick puso toda su inteligencia creativa para, como el explorador que vive en cada gran artista, intentar dar un paso hacia una forma nueva de expresar lo ya tantas veces contado.

Cada una de las artes ha recorrido el camino de la exploración de la mano de sus principales representantes. El cine, aunque se nutre de técnicas narrativas anteriores, tuvo que inventar su propio lenguaje y al crecer, integrar el idioma que hablaban otras artes para hacerlo llegar al público de forma inteligible y coherente.

Como arte recién nacido, el cine emitía sus primeros balbuceos cuando se acercó a la danza. Entre 1903 y 1905 George Méliès realizó una serie de películas en las que mostraba danzas y bailes con la dificultad añadida de que quedaban años para incorporar música a las imágenes mostradas: el cine aún era mudo. El director debía contar con que la proyección se completara con música en directo en los lugares en los que se exhibían sus películas. El cine, lejos todavía de convertirse en un espectáculo de masas, luchaba por desprenderse de la etiqueta de curiosidad tecnológica (sus propios inventores, los hermanos Lumière, pensaban que era un invento sin futuro) e intentaba encontrar su hueco entre las demás formas de expresión. Danza y cine, artes ambas del movimiento, estaban condenados a entenderse.

Al principio, la cámara se situaba frente a la escena, como un espectador más, y ofrecía un punto de vista neutro, limitándose a levantar acta de lo que sucedía frente al objetivo. Sin embargo, el propio Méliès descubrió accidentalmente algunas técnicas que usó como efectos especiales, trucajes de cámara que contribuyeron a desarrollar una gramática cinematográfica. Podemos ver un ejemplo en el minuto 1:00 del anterior vídeo. A partir de ese momento, la cámara dejó de ser neutral y el director sumó su punto de vista. Tal y como dijo el coreógrafo Jean-Claude Gallotta, “el cine hace posible una coreografía del acercamiento”.

Así que la cámara se pone a bailar. Entra y sale de escena, nos muestra detalles, primerísimos primeros planos, ángulos antes impensables. El cine se adapta a la danza y la danza al cine. Los coreógrafos comienzan a bailar para la cámara y se crea un nuevo lenguaje visual y narrativo. El cine se convierte en el entretenimiento por excelencia y el baile encuentra una forma de llegar a todos los públicos.

Probablemente la película que mejor aprovecha estos avances sea ‘Las Zapatillas Rojas (The Red Shoes, 1948). Enormemente popular en su momento y todavía hoy entre las películas favoritas de directores como Martin Scorsese, la obra es el perfecto ejemplo de integración de diferentes disciplinas: un ballet basado en un cuento que se convierte en película. Las Zapatillas Rojas es un prodigio de montaje, escenografía, iluminación, efectos especiales…

Como evolución natural, se llega a la creación de un género. El musical trae consigo la edad dorada de la danza en la gran pantalla. ‘Levando Anclas‘ (Anchors Awaig, 1945), ‘Cantando bajo la lluvia‘ (Singin´in the rain, 1952) o ‘Siete novias para siete hermanos‘ (Seven brides for seven brothers, 1952) son grandes éxitos que no existirían de no ser por la danza.

 

Los bailarines se convierten en actores. El género evoluciona y llega a su cumbre con ‘West Side Story‘ (1961), obra de gran éxito que lleva a las calles de Nueva York la eterna historia de amor imposible de Romeo y Julieta. La película obtuvo 10 Óscars. La obra de Shakespeare se había convertido en 1957 en un musical de Broadway de la mano del coreógrafo Jerome Robbins y el músico Leonard Bernstein, ambos en busca del espectáculo total. Esta mezcla de representación teatral, ballet, danza contemporánea, canto y música tardó en ser aceptada en los escenarios y cuatro años después se había convertido en una grandísima obra cinematográfica.

Al llegar los años 70, el cine comenzó a hablar de los bailarines. Hasta entonces el baile había sido un vehículo para contar la historia. Ahora, el cine hablaba de los que hacían posible el espectáculo. ‘All that jazz‘ (1979) es una cinta de carácter autobiográfico realizada por el coreógrafo y bailarín Bob Fosse.

Mijaíl Barýshnikov, en su tiempo considerado como el mejor bailarín de ballet del mundo, llegó a ser nominado al Óscar al mejor actor secundario por su primer papel en el cine, en la película ‘Paso Decisivo‘ (The turning point, 1977).  Barýshnikov, nacido en Letonia, pidió asilo político en Canadá en 1974. Once años después, en 1985, protagonizó ‘Noches de sol‘ (White nights), un film en el que da vida a un bailarín soviético que deserta en Estados Unidos. En las escenas de baile de la película podemos observar cómo la cámara realiza movimientos casi imperceptibles para no perder detalle de los pasos, convirtiéndose de hecho en un bailarín más sobre el escenario.

Con mejor o peor resultado, con aspiraciones artísticas o meramente comerciales, el cine se ha seguido acercándo a la danza… ‘Fama‘, ‘Flashdance‘, ‘Billy Elliot‘… son títulos que permanecen en la mente de los aficionados de ambas disciplinas.

Las nuevas tecnologías digitales han hecho posible nuevas formas de relación entre el séptimo arte y el ballet. Millones de espectadores de todo el mundo pueden ahora asistir en directo a representaciones en el Royal Opera House o en otros grandes teatros con tan solo asistir a su sala  más cercana, convirtiendo la rutina de ir al cine en una experiencia completamente nueva. Del mismo modo, se desarrollan técnicas de captación de la imagen que facilitan que sea el propio espectador el que elija el punto de vista.

El lenguaje de la imagen en movimiento no ha terminado de desarrollarse. Cada nuevo paso tecnológico abre un abanico de posibilidades expresivas, posibilidades de las que, sin duda, se aprovecharán los realizadores y coreógrafos para ofrecernos la danza desde perspectivas nunca vistas hasta ahora.

 

Studio de Danza Coppelia, octubre de 2016.

 

 

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